La película Big Fish trata una historia entre un hijo y su padre en un contexto donde fantasía y realidad conviven simultaneamente. Aparentemente el autor de esta espectacular historia nos querrian proponer una mirada crítica hacia nosotros mismos. ¿En que sentido? se preguntaran, pues bien pasamos a explicar. Tal como vimos en la película de Big Fish, uno de sus protagonistas, Edward Bloom (el anciano que esta en su lecho de muerte) cuenta vivencias que en verdad han ocurrido en su vida, solo que con un detalle, le agrega su condimento de exageración y fantasía, alejándose de la realidad pero al mismo tiempo permanecíendo cerca de la misma. He aquí donde práctica-mente todos nos vemos identificados. ¿Quién no le ha contado alguna vez a algún amigo algo que le pasó de una forma, si se quiere, un poco ficcional, sabiendo que las cosas no pasaron tan “así” realmente? Por ejemplo, volviendo a la película, en el final durante el funeral, corroboramos que las siamesas orientales (Ping y Jing) si existen de verdad; pero con un detalle, no son siamesas, sino gemelas. Estas variaciones que hacemos a la realidad que contamos son detalles que agregamos (en mayor o menor medida) en los hechos con una suerte de función decorativa.
Entonces nos preguntamos ¿Estamos mezclando la ficción con la vida real? En cierta forma podríamos decir que sí. Ficción según la Real Academia Española es la acción y efecto de fingir, proviene del latin “Fictus” que significa fingido. Justamente es lo que hacemos cuando contamos los hechos que nos han pasado, de una manera “adornada”, fingimos. Estamos simulando que paso una realidad, que paradojamente no es tan real. Le presentamos a nuestro destinatario un mundo imaginario donde podemos manipular la realidad a nuestro antojo, más aún sabiendo que el destinatario, no tiene conocimiento de lo que realmente ocurrió, por ende no notará las alteracíones que hagamos en la historia.
Cuando relatamos una historia estamos representado un fragmento del espacio y el tiempo, y esta diégesis siempre estará marcada por las condiciones de cada uno, por esta razón, aunque tratemos de relatar lo sucedido lo mas objetivamente posible, jamás estaremos representando la realidad que vivimos, sino que estaremos creando un nuevo mundo ficticio. En otras palabras, es casi imposible no “ficcionar”, ya que nadie puede recordar lo que realmente ocurrió con total precisión. En general una persona suele modificar su historia al narrarla para que esta tenga más sentido y resulte más interesante.
La linea que separa la realidad de la ficción es muy delgada e incluso permeable, el flujo entre ambos mundos es permanente. Lo que suele separar la ficción de la realidad, son pequeñas variables que se van sumando y le dan su grado de veracidad necesario para que sea una realidad, o más bien para que forme parte de nuestra realidad. Si una persona conocida nos cuenta que vió un ovni, será distinto que si un periódico o una científico nos cuenta lo mismo. Una de las historias nos parecerá ficción, una realidad inexistente, mientras que la otra pasara a ser parte de nuestra realidad o al menos la pondremos en tela de juicio por el prestigio de nuestro emisor. Al ponerlo en tela de juicio estamos afirmando que partimos de una verdad a priori, la cual ponemos en duda; mientras que en el caso de una persona común sin el mismo prestigio que un periódico o un científico, partimos de una farsa, donde el emisor tiene que corroborar que no esta mintiendo. Pero no es aquí donde queremos profundizar.
Volviendo al tema de la realidad ficticia. Creemos que algo que tuvo una gran influencia en este fenómeno, de formar realidades basadas en la realidad misma, son los medios.
Los medios son productores de realidad, pero también han contribuido a difuminar las fronteras entre realidad y ficción. A diferencia de los viejos medios, los medios de hoy, ya no son los vehículo a través de los cuales circula la realidad. Constituyen el espacio, el escenario y el producto. Por ejemplo los noticieros, donde la realidad solo es su materia prima, el resto del “producto” requiere de un “proceso”. Dicho proceso cumple esa función de la cual hablamos anteriormente, “adornar los hechos”. De por sí los noticieros tienen conductores con una alta intervensión en su discurso, por lo que ya se hace imposible una realidad objetiva, sabiendo que dichos conductores intervienen con su subjetividad en lo hechos que cuentan; al igual que Edward Bloom en la película Big Fish. La realidad solo es una referencia de la cual crean y recrean mundos ficticios.
Es tal el impacto de esa “realidad ficticia” en el mundo cotidiano, que hasta logró modificar los hábitos y consumos de una sociedad cada vez más medíatica. La sociedad toma como modelo la ficción. Y es ahí donde los medios pusieron esa gran influencia. Las personas tienen como ideal de vida la vida de los personajes de novelas, la vida de los famosos, etc. Una vida que en realidad no existe, pero que la sociedad trata de imitar lo mejor posible.
Esto se hace muy notorio cuando, por ejemplo, escuchamos a adolescentes conversando. Agregan frases, gestos, incluso efectos de sonido creados por ellos mismos que le dan a su relato ese toque de espectacularidad.
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